¡Oh, Hermano!
¿Por qué lastiman tus actos... todos los actos?
¿Por qué
manejas el látigo para arrear la ovejas?
¿Por qué
gozas con la impotencia ajena?
¿Por qué
no escuchas mi consejo?
Déspota, ¡despierta!
Levanta
la fusta, la lonja enhiesta El índice recto de su izquierda. ¡Más que su deseo otro no acepta! Esgrime razones, valederas razones, Que aunque no lastimen por ser razones pesan, Y obligan igual a bajar la cabeza, Cuando con otras razones no se contesta.
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