¡Déspota despierta!

¡Oh, Hermano! ¿Por qué lastiman tus actos... todos los actos?
¿Por qué manejas el látigo para arrear la ovejas?
¿Por qué gozas con la impotencia ajena?
¿Por qué no escuchas mi consejo?

Déspota, ¡despierta!


 
Levanta la fusta, la lonja enhiesta 
El índice recto de su izquierda.
¡Más que su deseo otro no acepta!
Esgrime razones, valederas razones,
Que aunque no lastimen
por ser razones pesan,
Y obligan igual a bajar la cabeza,
Cuando con otras razones no se contesta.
 


Jorge Julio Acuña